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¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
"Algunas de las empresas con el marketing verde más generalizado son las que tienen la mayor huella ambiental, como las de los sectores de combustibles fósiles, automóviles, moda rápida, aerolíneas y envases de plástico de un solo uso, y por lo tanto se han convertido en objeto de atención legal".
JOHNNY WHITE
Las narrativas climáticas que hemos heredado están moldeadas por décadas de desinformación y lavado verde, un legado en el que el consenso científico se ha visto eclipsado por la manipulación estratégica.
Nuestra comprensión de los problemas ambientales ha sido influenciada por entidades poderosas que buscan minimizar la gravedad de la crisis, promover iniciativas ecológicas para distraer o trasladar la culpa a los individuos.
Esta distorsión histórica ha creado un panorama en el que la verdadera complejidad y urgencia de la crisis climática puede oscurecerse, lo que hace que sea aún más esencial para nosotros abrirnos paso entre el ruido y construir una narrativa más precisa, informada y orientada a la acción en torno a la crisis climática y lo que hay que hacer para resolverla.
En los últimos años, el greenwashing se ha vuelto cada vez más omnipresente, evolucionando hasta convertirse en una sofisticada estrategia de marketing utilizada por muchas empresas para capitalizar la creciente conciencia ambiental del público.
El greenwashing se produce cuando las empresas hacen afirmaciones exageradas sobre sus prácticas de sostenibilidad, motivadas por el atractivo de un aumento de las ventas y una imagen reforzada, incluso cuando sus compromisos reales de sostenibilidad son insignificantes o inexistentes.
Desde etiquetas ecológicas vagas hasta anuncios engañosos, las campañas de lavado verde a gran escala son utilizadas por empresas individuales, así como por grandes empresas, incluida la industria de los combustibles fósiles.
Las consecuencias del lavado verde obstaculizan los esfuerzos genuinos de sostenibilidad, erosionan la confianza pública y obstaculizan una acción climática significativa.
Como comunicadores, consumidores y partes interesadas, es crucial discernir entre las iniciativas ecológicas genuinas y las posturas corporativas, exigiendo en cambio una mayor transparencia y responsabilidad de las empresas.